Mariana
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- Jul 28, 2007
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Hoy meditando en Dios y en su palabra me di cuenta de algo muy importante. A veces Dios permite que algunos de los que van a ser sus siervos sean grandes y connotados opositores (como lo fue el apóstol Pablo) antes de llamarlos a Su Iglesia. También me di cuenta de que realmente uno solo llega a conocer la Verdad del Evangelio por la Única voluntad de Dios.
Una persona incrédula me dijo desafiante: "Yo nunca, pero nunca nunca voy a creer eso". Y entonces le respondí: "Mira, mas opositor al cristianismo y a Dios de lo que fui yo, no creo que seas... y mírame ahora. Antes escupía la Biblia, la rompía delante de la gente y ahora si me falta la Biblia sería como si me faltara el aire"
Cuando terminé de pronunciar esas palabras tomé conciencia de lo mucho que Dios había cambiado mi vida. También me di cuenta de que tengo que contarles a todos ustedes, al mundo entero exactamente quien soy lo cual implica también decirles quien era antes de entregar mi vida a Cristo.
Me llevará un tiempo hacerlo, no es fácil. Pero eso si les voy adelantando: no creo que exista en la tierra un pecador y un opositor a Dios más grande de lo que fui yo.
Publiqué 8 libros en contra de Dios. Mi página en internet tenía miles de visitas al día promoviendo el odio hacia los cristianos y hacia Cristo. Por mis actividades fui invitado a varios programas de televisión donde rompía las Biblias en público. En mi país me hice muy famoso por haberme sonado la nariz con una Biblia en uno de los programas de televisión de mayor audiencia.
No había un ser más opuesto a la Biblia en esta tierra que yo, ni más rebelde contra Dios. Y hoy, por misericordia, estoy acá. Suplicándole a Dios y al Señor Jesús que me den el inmerecido honor de pronunciar sus nombres, que me permitan humildemente ser el último de sus esclavos, que me hagan espacio en su Iglesia en el último lugar para contarle a otros lo maravillosos que son.
Muchos pensarán que me volví loco. Muchos pensarán que a lo mejor estoy desahuciado o tengo alguna enfermedad y quiero "enmendarme" antes de morirme e irme (supuestamente) al cielo y salvarme del supuesto infierno.
Antes que nada aclarar que no creo en la existencia de ningún infierno de tortura. La Biblia nos enseña claramente que el castigo por los pecados es la destrucción, la muerte eterna. Así que no me arrodillé ante Dios por temor. Sino por Amor. El Amor de Dios, me derrotó. Me derrotó totalmente, me dejó sin argumentos.
Me vi a mi mismo, escupiendo su palabra, blasfemando, gritando barbaridades y lo vi a Él y a su Hijo. Y me di cuenta que mientras yo actuaba así, el Padre y el Hijo me amaban igual. Jesús de hecho se hizo matar por mí, sin tener ninguna garantía de que yo le fuera a dar las gracias siquiera. Se dejó torturar tal vez sabiendo que yo incluso iba a hablar mal de él, y despotricar de su nombre y el de sus seguidores. Lo estaban matando tal vez y él me veía a lo mejor insultándolo a él y al Padre. Y no dudó ni un segundo, saben?
No que no tuviera miedo. Tenía miedo. Jesús es un ser humano, Hijo de Dios, pero ser humano. Y llegó a suplicarle al Padre que si era posible no pasara todo aquello, pero que si no había más remedio... ahí estaba él dispuesto a llegar al final. Eso sí que fue coraje! Eso sí que fue amor! Y mientras Jesús se hacía torturar como un delincuente por mí (luego les voy a hablar de por qué esto es así) yo perdí 30 años de mi vida en ignorarlo, maldecirlo e insultarlo.
Cuando comprendí esto, agache la cabeza y me humillé ante Dios y ante Su Hijo. Me di cuenta que el poder más grande de Dios es el amor. Es un amor tan grande, pero tan grande, que deja sin efecto cualquier argumento. Un amor capaz de destruir cualquier maldad.
Por amor Dios me conquistó por completo. Caí literalmente de rodillas cuando comprendí el amor que me tenía. Cuando recordé que nunca me había dejado faltar nada, que cada día el sol había salido para mi, igual que para el más fiel de sus siervos. Cuando entendí que podía haberme destruido en el mismo instante en que mis labios murmuraron contra él y no solo no lo hizo, sino que me amó: ¿yo que podía hacer? Rendirme, darme por vencido, entregarme. Y dedicar mi vida por completo a Su Servicio. No a cambio de nada.
Es cierto que Dios promete que pronto vendrá su Reino, que Jesús gobernará esta tierra y que aquellos que sean fieles y justos podrán vivir para siempre en este planeta alabando su nombre. Y lo que es mejor: Dios nunca miente. Todo lo que ha dicho se ha cumplido.
No hay porque dudar. Pero les digo algo, que le dije a El mismo en oración el otro día y quiero hacerlo público porque así se lo prometí: aunque me quedara, no una eternidad, sino solamente 15 minutos de vida, si, aunque no fuera a ver jamás ese Reino, aunque no me lo mereciera, aunque me fuera a morir mañana y para siempre, lo que me quede lo viviré bendiciendo a Dios y a Jesús. (Padre hago público esto para que otros puedan comprender el amor que me plantaste en el corazón). No estoy predicando una "religión de ultratumba". No estoy vendiendo parcelas en el cielo.
Te estoy diciendo a vos que me leés, que acá y ahora, sea lo que sea, y pase lo que pase, no hay MEJOR FORMA DE VIVIR QUE SERVIR A DIOS. Lo otro si viene, será secundario. Pero la paz, la felicidad, el gozo y la alegría de servir a Dios los vas a tener inmediatamente. Y tiene lógica: El nos creo para ese propósito, para que le adoremos y le sirvamos. Cuando uno de nosotros se dedica a Él no hace más que cumplir su propósito.
Nunca soñé con tener tanta felicidad en mi vida como la que tengo hoy, aquí y ahora. En algún momento le dije para quedar bien a alguna novia que tuve "valio la pena todo lo que viví para poder conocerte un día". Y la chica en la ocasión sonreia y yo quedaba como un "campeón".
Hoy expreso con certeza, con profunda certeza que el simple hecho de haber llegado a conocer a Dios y a Jesús, mas no sea un solo minuto, ya justifica una existencia. Siento que ya podría morirme y no existir más y hubiera valido la pena igual. Siento que podría haber vivido 3000 años y si no hubiera conocido a mi Creador, no tendría sentido. Estas palabras son verdaderas y si sos de los que leyendo esto piensa: "Yo no creo ni nunca voy a creer", déjame decirte como a esa persona incrédula a la que le dije hoy que dudo mucho que vos llegues a ser tan opositor a Dios, tan “odiador” del cristianismo y de la Biblia , como lo fui yo.
Te voy a contar quien fui... y entonces vas a ver que el hecho de que sea quien soy hoy es un milagro.
Si me conociste antes te va a costar creerlo. Si no me conocías y me conocés ahora, te pido que te informes y también te va a costar creerlo. Pero acá estoy: te aseguro que nada en la tierra ni en el cielo me puede apartar del amor que le tengo a Dios. Ojo, puedo caer, puedo fallar, pero no puedo dejar de amar y de servir a Dios y a Jesús.
Una persona incrédula me dijo desafiante: "Yo nunca, pero nunca nunca voy a creer eso". Y entonces le respondí: "Mira, mas opositor al cristianismo y a Dios de lo que fui yo, no creo que seas... y mírame ahora. Antes escupía la Biblia, la rompía delante de la gente y ahora si me falta la Biblia sería como si me faltara el aire"
Cuando terminé de pronunciar esas palabras tomé conciencia de lo mucho que Dios había cambiado mi vida. También me di cuenta de que tengo que contarles a todos ustedes, al mundo entero exactamente quien soy lo cual implica también decirles quien era antes de entregar mi vida a Cristo.
Me llevará un tiempo hacerlo, no es fácil. Pero eso si les voy adelantando: no creo que exista en la tierra un pecador y un opositor a Dios más grande de lo que fui yo.
Publiqué 8 libros en contra de Dios. Mi página en internet tenía miles de visitas al día promoviendo el odio hacia los cristianos y hacia Cristo. Por mis actividades fui invitado a varios programas de televisión donde rompía las Biblias en público. En mi país me hice muy famoso por haberme sonado la nariz con una Biblia en uno de los programas de televisión de mayor audiencia.
No había un ser más opuesto a la Biblia en esta tierra que yo, ni más rebelde contra Dios. Y hoy, por misericordia, estoy acá. Suplicándole a Dios y al Señor Jesús que me den el inmerecido honor de pronunciar sus nombres, que me permitan humildemente ser el último de sus esclavos, que me hagan espacio en su Iglesia en el último lugar para contarle a otros lo maravillosos que son.
Muchos pensarán que me volví loco. Muchos pensarán que a lo mejor estoy desahuciado o tengo alguna enfermedad y quiero "enmendarme" antes de morirme e irme (supuestamente) al cielo y salvarme del supuesto infierno.
Antes que nada aclarar que no creo en la existencia de ningún infierno de tortura. La Biblia nos enseña claramente que el castigo por los pecados es la destrucción, la muerte eterna. Así que no me arrodillé ante Dios por temor. Sino por Amor. El Amor de Dios, me derrotó. Me derrotó totalmente, me dejó sin argumentos.
Me vi a mi mismo, escupiendo su palabra, blasfemando, gritando barbaridades y lo vi a Él y a su Hijo. Y me di cuenta que mientras yo actuaba así, el Padre y el Hijo me amaban igual. Jesús de hecho se hizo matar por mí, sin tener ninguna garantía de que yo le fuera a dar las gracias siquiera. Se dejó torturar tal vez sabiendo que yo incluso iba a hablar mal de él, y despotricar de su nombre y el de sus seguidores. Lo estaban matando tal vez y él me veía a lo mejor insultándolo a él y al Padre. Y no dudó ni un segundo, saben?
No que no tuviera miedo. Tenía miedo. Jesús es un ser humano, Hijo de Dios, pero ser humano. Y llegó a suplicarle al Padre que si era posible no pasara todo aquello, pero que si no había más remedio... ahí estaba él dispuesto a llegar al final. Eso sí que fue coraje! Eso sí que fue amor! Y mientras Jesús se hacía torturar como un delincuente por mí (luego les voy a hablar de por qué esto es así) yo perdí 30 años de mi vida en ignorarlo, maldecirlo e insultarlo.
Cuando comprendí esto, agache la cabeza y me humillé ante Dios y ante Su Hijo. Me di cuenta que el poder más grande de Dios es el amor. Es un amor tan grande, pero tan grande, que deja sin efecto cualquier argumento. Un amor capaz de destruir cualquier maldad.
Por amor Dios me conquistó por completo. Caí literalmente de rodillas cuando comprendí el amor que me tenía. Cuando recordé que nunca me había dejado faltar nada, que cada día el sol había salido para mi, igual que para el más fiel de sus siervos. Cuando entendí que podía haberme destruido en el mismo instante en que mis labios murmuraron contra él y no solo no lo hizo, sino que me amó: ¿yo que podía hacer? Rendirme, darme por vencido, entregarme. Y dedicar mi vida por completo a Su Servicio. No a cambio de nada.
Es cierto que Dios promete que pronto vendrá su Reino, que Jesús gobernará esta tierra y que aquellos que sean fieles y justos podrán vivir para siempre en este planeta alabando su nombre. Y lo que es mejor: Dios nunca miente. Todo lo que ha dicho se ha cumplido.
No hay porque dudar. Pero les digo algo, que le dije a El mismo en oración el otro día y quiero hacerlo público porque así se lo prometí: aunque me quedara, no una eternidad, sino solamente 15 minutos de vida, si, aunque no fuera a ver jamás ese Reino, aunque no me lo mereciera, aunque me fuera a morir mañana y para siempre, lo que me quede lo viviré bendiciendo a Dios y a Jesús. (Padre hago público esto para que otros puedan comprender el amor que me plantaste en el corazón). No estoy predicando una "religión de ultratumba". No estoy vendiendo parcelas en el cielo.
Te estoy diciendo a vos que me leés, que acá y ahora, sea lo que sea, y pase lo que pase, no hay MEJOR FORMA DE VIVIR QUE SERVIR A DIOS. Lo otro si viene, será secundario. Pero la paz, la felicidad, el gozo y la alegría de servir a Dios los vas a tener inmediatamente. Y tiene lógica: El nos creo para ese propósito, para que le adoremos y le sirvamos. Cuando uno de nosotros se dedica a Él no hace más que cumplir su propósito.
Nunca soñé con tener tanta felicidad en mi vida como la que tengo hoy, aquí y ahora. En algún momento le dije para quedar bien a alguna novia que tuve "valio la pena todo lo que viví para poder conocerte un día". Y la chica en la ocasión sonreia y yo quedaba como un "campeón".
Hoy expreso con certeza, con profunda certeza que el simple hecho de haber llegado a conocer a Dios y a Jesús, mas no sea un solo minuto, ya justifica una existencia. Siento que ya podría morirme y no existir más y hubiera valido la pena igual. Siento que podría haber vivido 3000 años y si no hubiera conocido a mi Creador, no tendría sentido. Estas palabras son verdaderas y si sos de los que leyendo esto piensa: "Yo no creo ni nunca voy a creer", déjame decirte como a esa persona incrédula a la que le dije hoy que dudo mucho que vos llegues a ser tan opositor a Dios, tan “odiador” del cristianismo y de la Biblia , como lo fui yo.
Te voy a contar quien fui... y entonces vas a ver que el hecho de que sea quien soy hoy es un milagro.
Si me conociste antes te va a costar creerlo. Si no me conocías y me conocés ahora, te pido que te informes y también te va a costar creerlo. Pero acá estoy: te aseguro que nada en la tierra ni en el cielo me puede apartar del amor que le tengo a Dios. Ojo, puedo caer, puedo fallar, pero no puedo dejar de amar y de servir a Dios y a Jesús.